Una sola palabra es la historia de una convalecencia en la que Celia
intentará rehabilitarse, volver a la normalidad después del ictus, del largo
tiempo en coma y del despertar con una amnesia profunda y selectiva. También es
la historia de un redescubrimiento, el de su entorno y sus hábitos, a partir
del cual puede reconstruir el mundo en que ha vivido, saber quiénes son los que
la rodean y, en definitiva, descubrir quién fue ella, porque ahora,
definitivamente, ya es otra. Periodista, divorciada, con dos hijos, una nieta,
un perro fiel y una asistenta centroamericana, Celia tiene leves recuerdos
plácidos, pero en lugar de nubarrones en su vida no encuentra sino vacíos. Y
con la apremiante necesidad de reconstruir su biografía y de encontrar la contra-seña
con la que abrir sus escritos, Celia viajará con su hija a su casa en la playa,
a Zaragoza, a París, donde sabe que fue feliz.
El periplo existencial de Celia
la lleva en primer lugar a Zaragoza, a París, a Cambrils, a Daroca, y en todos
estos lugares la aguardan revelaciones vitales sobre si misma que darán
resolución al enigma referido en el título del libro: una sola palabra clave
para acceder a su ordenador personal.
Entenderéis que para una
escritora, como es Celia, la palabra clave que da acceso a su ordenador
personal cobra un sentido metafórico: no es sólo una cuestión de seguridad
informática sino que esa palabra es, valga la redundancia, la clave de la
personalidad de Celia, el núcleo de su vida.
Resulta también destacable el
elevado número de personajes que, de modo gradual, pone en escena Joaquín:
comenzarán por ser su hija Paula y la aludida Rosario, pero a continuación
entraran en juego su hermana, su exmarido, su editor, sus amigas, su yerno, sus
familiares de Zaragoza y Daroca… Y, cómo no, su perro Charlie, un pastor
alsaciano que se convierte en personaje principal, a pesar de su condición
animal, porque, según declara la propia Celia, a él ni siquiera le hizo falto
reconocerlo. Nada más volver de la clínica y acudir a su lado, supo que era él
sin necesidad de nombrarlo.
La geografía es una de las claves
de “Una palabra tuya”, como lo es también el fútbol. Joaquín Berges escribe
sobre el Real Zaragoza, equipo del tío Augusto de Celia. También del Paris
Saint Germain, donde jugó su amigo Lucien. Incluso escribe sobre un equipo de
fútbol de Guatemala: el Deportivo Cuatepeque al cual está vinculada Rosario.
Son todos ellos fragmentos de vida que Celia va descubriendo, como si mirara a
través de un caleidoscopio cuyos fragmentos debe ordenar en el tiempo.
Tal como indicaba, conforme Celia
va descubriendo esos fragmentos y viaja hacia el pasado remoto, la novela va
desnudándose desde el punto de vista estilístico. El autor practica un lirismo
apenas perceptible, una suerte de simplificación en cuanto al tratamiento de
los ambientes y de los personajes que me recuerda una célebre biografía de los
últimos años: “García Márquez: el viaje a la semilla”, donde el biógrafo Dasso
Saldívar reconstruye Macondo a partir de la vida de Gabriel García Márquez. En
este sentido podría afirmarse que “Una sola palabra” es el viaje a la semilla
de la escritora Celia Ruiz Álvarez.
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