Xavier Sardà ha publicado una novela titulada 'Adiós, muy
buenas' en la que cuenta pequeñas historias de "los vivos y los
exvivos" de un cementerio. "Me lo he pasado bomba", afirma el
periodista pese a la ambientación de esta novela.
La explicación es que para él, un cementerio "es como
el muro de Facebook de los muertos". Según cuenta, en las páginas de este
libro se cuentan "historias apoteósicas".
Sardà recuerda que tiene una vida marcada por la muerte desde
muy pequeño, porque su madre murió con siete años. "A uno le marca
todo lo que le ha pasado", explica sobre la influencia que ha podido tener
este hecho.
«Este escrito tiene la vocación de dibujar la
vida cotidiana en un pequeño cementerio del litoral. Puestos, supone también un
cierto divertimiento casi escolar de escribir con un pseudo y pésimo
clasicismo. Total. poca cosa. Novela
coral que se desarrolla en un cementerio en torno a varios personajes
delirantes. como Recasens. el sepulturero. alto. cebado y desgalichado. o Tato.
el jardinero. que vive esperando una imposible sonrisa de su esposa. que
contarán pequeñas historias de lo más extravagantes.
Varias veces he jurado no acudir a más
funerales. No tengo palabra. Las necrológicas y la actividad funeraria
ejercen una martilleante percusión en nuestras levísimas almas. En los
periódicos se arraciman los minúsculos nombres de los que recalan
diariamente en los distintos tanatorios. Siempre son
otros. Es la muerte clasificada, domesticada, maquillada y numerada en el
reservorio previo al vacío irreversible. Miguel Hernández dijo: «No perdono a la
muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a
la nada».
Cada año mueren en el mundo casi 60
millones de personas, lo que nos sitúa en ese vértigo atroz de la supuesta
normalidad existencial. Cada año una segunda guerra mundial sin estallar. Uno a uno y una
a una. Los que hoy yacen en sus ataúdes en nuestras ciudades hace tan
malditamente poco que nacieron y tan poco que jugaron y aprendieron a
multiplicar, y hace tan vertiginosamente poco que dibujaron perros, casas y
coches y el sol...
Se van, pero no es cierto que se vayan,
porque el irse es acción y la muerte la secciona. No se van, que se los llevan. El enjambre
diminuto de nombres, dos apellidos y la edad resulta la efímera y difunta
rúbrica. Dicen que nuestra sociedad esconade y niega la realidad de la muerte,
pero será solo a los indolentes y a los narcisos.
Haré una confesión un día: Escribiré de la muerte. ¿Por qué no lo hago ahora? Porque no es importante que alguien lo lea y, especialmente, no quisiera dañar la tranquilidad de nadie. Aunque he asumido la muerte como un evento natural. Pero, en fin, se supone que debo por lo menos rozar un comentario de la obra de Sardà, que esperaré leerla.
ResponderEliminarY la música como siempre de buena elección.