Todo el bien y todo el mal es también, además, una
vuelta al concepto de la maternidad. «Creo que desde que las mujeres hemos
empezado a hablar de nuestros asuntos hemos mostrado su imagen real -analiza
Santos-. La maternidad es de todo menos idílica, todas las que somos madre lo
sabemos. Es difícil, es incansable con una vida profesional, es difícil de
compaginar. Y por tanto las
madres somos mujeres a veces histéricas, a veces desbordadas, a veces muy
culpables… y esa es la verdad». En ese sentido, añade,
«creo que muchas mujeres se van a sentir muy identificadas con el personaje de
Reina a pesar de no haber tenido que enfrentarse nunca a un problema tan
grave».
Contra las miradas parciales, los juicios injustos, la situación
de la mujer en los juzgados y las decisiones de paternidad y maternidad, Care
Santos muestra su lado más reivindicativo y subraya que precisamente «novelas
como estas ayudan a que algunos magistrados entiendan que las cosas a veces son
distintas. Porque otro de los problemas que nos estamos encontrado -indica- es
que todos, o la mayoría de quienes están valorando y juzgando a las mujeres,
son hombres. Eso es un problema que tenemos en general, en la sociedad, y que
tenemos que ir adaptando a un cambio de mirada. Y desde luego quien mejor nos ayuda a cambiar la mirada es
la literatura. Para eso sirve. Yo le enviaría un ejemplar
a cada uno», señala. «Los escritores predicamos poco en el desierto pero
predicamos. No nos cansamos de predicar».
No obstante, aclara que su novela es una historia «llena de hombres por todos
lados» y que, de hecho, eso formaba parte del
planteamiento inicial, apunta. La reflexión sobre la paternidad está, por
tanto, muy presente también. «Tampoco es una paternidad fácil por culpa de ella
otra vez. Hay dos padres, cada uno viviéndolo a su manera, y es la paternidad
perversa, obsesiva, que lo quiere ser a toda costa, dominante».
Madre de tres hijos, autora también de literatura juvenil,
cuenta que «tenía muchas
ganas para escribir la novela sobre adolescentes que no pueden leer los
adolescentes». La adolescencia, opina, «es una etapa
enormemente convulsa donde ocurren muchas cosas y el sentimiento de soledad es
una de esas cosas. Es lo que le ocurre a Alberto -el hijo de su protagonista-.
Hay un detonante y eso explota».
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