Si
tuviéramos que calificar con un solo adjetivo Cara de pan, el más adecuado sería
“inquietante” porque, sin duda, inquietud es la sensación que permanece después
de haber leído esta breve novela. La narrativa de su autora, Sara Mesa(Madrid, 1976), cuenta con ciertas marcas que
la identifican: una escritura desnuda exenta de artificiosidad; una base
cuentística -sus obras largas tienen la intensidad de los textos cortos por su
concentración y porque cada elemento supura sentido-; y la ya citada inquietud, entendida
también como desasosiego, conmoción, sorpresa desazonante, miedo ante lo que la
realidad esconde y puede llegar a significar.
Cara de pan cuenta una historia aparentemente simple. Una niña de rasgos ya preadolescentes, atraviesa una crisis de identidad y un buen día decide no volver a clase. Sufre acoso en el instituto porque ni su aspecto ni su actitud coinciden con el estándar establecido: es gorda, unos granos impertinentes salpican sus brazos, es introvertida y no tiene novio. Todo su aspecto se resume en el humillante mote que le ha puesto Marga, la listilla del grupo, cara de pan, donde la cara funciona como “símbolo de todo un cuerpo, de toda una entidad”. Durante las horas que debería estar en clase, la niña se refugia en un parque, dentro de un espacio recogido al que se accede atravesando un seto.
Cara de pan cuenta una historia aparentemente simple. Una niña de rasgos ya preadolescentes, atraviesa una crisis de identidad y un buen día decide no volver a clase. Sufre acoso en el instituto porque ni su aspecto ni su actitud coinciden con el estándar establecido: es gorda, unos granos impertinentes salpican sus brazos, es introvertida y no tiene novio. Todo su aspecto se resume en el humillante mote que le ha puesto Marga, la listilla del grupo, cara de pan, donde la cara funciona como “símbolo de todo un cuerpo, de toda una entidad”. Durante las horas que debería estar en clase, la niña se refugia en un parque, dentro de un espacio recogido al que se accede atravesando un seto.
Un día se encuentra con un hombre con el que
poco a poco entabla conversación hasta que se hacen amigos. Los dos son unos
desclasados, están fuera de lo que se considera normativo; ella es una niña
rara y él es un viejo de elegancia trasnochada que va siempre con la misma
ropa, ya sucia, y con “la misma expresión de asombro y pudor”, un hombre al que
le cuesta articular las palabras y cuya actitud resulta chocante. Los
dos crean un mundo que no sobrepasa el cercado tras el que se ocultan mientras
se van conociendo y hablan de pájaros y de Nina Simone, las dos pasiones del
viejo. En ese espacio propio y ajeno a todo lo demás, él decide llamarla Casi
(de casi catorce, porque ella todavía no ha alcanzado esa edad) y ella a él
Viejo, un término que en su relación carece de connotaciones negativas. Desde
el principio, Casi nota que el viejo es un tipo raro, aunque no sabe calibrar
el alcance de su singularidad, pero le parece que puede fiarse de él
aunque sabe, porque lo tiene instalado en su imaginario, que la amistad
entre un viejo y una niña no es normal.
Con Cara de pan, Sara Mesa ha escrito un pequeño libro importante que invita a pararse y reflexionar sobre la realidad que nos atrapa, una historia llena de metáforas que bordea el abismo de lo establecido y nos obliga a pensar sobre la lógica interna -aparentemente loca- de las cosas y sobre lo que socialmente se considera correcto. También sobre el acoso adolescente, la maduración personal y lo distinto que es el mundo cuando se mira sin el conocimiento y los prejuicios adultos, con los ojos del niño que fuimos y algunos todavía son.
Con Cara de pan, Sara Mesa ha escrito un pequeño libro importante que invita a pararse y reflexionar sobre la realidad que nos atrapa, una historia llena de metáforas que bordea el abismo de lo establecido y nos obliga a pensar sobre la lógica interna -aparentemente loca- de las cosas y sobre lo que socialmente se considera correcto. También sobre el acoso adolescente, la maduración personal y lo distinto que es el mundo cuando se mira sin el conocimiento y los prejuicios adultos, con los ojos del niño que fuimos y algunos todavía son.
No hay comentarios:
Publicar un comentario