Mientras una
enfermedad la mantiene postrada en la cama, Elisabeth Tova Bailey observa un
caracol salvaje que se ha instalado en su mesita de noche. Como resultado,
descubre el consuelo y la sensación de asombro que despierta esta misteriosa y
magnífica criatura y llega a una mayor comprensión de su propio lugar en el
mundo. Intrigada por la anatomía de molusco del caracol, las defensas
crípticas, la clara toma de decisiones, la locomoción hidráulica y las
actividades de cortejo, Bailey se convierte en una observadora astuta y
divertida que ofrece una mirada sincera y cautivadora a la curiosa vida de este
pequeño y subestimado animal.El sonido de un caracol salvaje al comer es un
ensayo ligero y de una belleza honesta sobre la enfermedad, la recuperación y cómo
a veces son las pequeñas cosas que ocurren en nuestras vidas las que nos hacen
darnos cuenta de lo que realmente importa y de quiénes somos. Un extraordinario
y profundamente conmovedor viaje de supervivencia y capacidad de recuperación,
destinado a convertirse en un clásico, que nos muestra cómo una pequeña parte
del mundo natural puede iluminar nuestra propia existencia humana, a la vez que
proporciona una apreciación de lo que significa estar plenamente vivo
Todas nos
aferramos a pequeñas cosas que nos salvan. Las circunstancias dan igual, porque
ese té que mamá nos regaló, regar la única maceta del balcón, tu diario, la
llamada de tu amiga, tu gata… Por muy pequeño que sea el objeto o el gesto,
encierra un poder enorme: conseguir que sobrevivamos un día más. Sobre todo
cuando una vive con una enfermedad crónica, como es el caso de la autora
de El
sonido de un caracol salvaje al comer . Elisabeth Tova Bailey, una reputada ensayista y
escritora de cuentos a la que su enfermedad limita y restringe su contacto con
el mundo.
La
publicación de esta obra es tan arriesgada como comenzar a narrar el dolor y
supone toda
una constatación de valentía. Por eso la editorial Capitán Swing, siempre tan combativa y comprometida,
merece una mención especial. Por romper el silencio, por poner sobre la mesa lo
invisible, por hacer que solo cuente la necesidad de rescatar una historia al
editar un libro. Y es que esta obra marcada por la quietud, que podría
considerarse un ensayo en el que se entrelaza la propia biografía
con altas dosis de biología, no es una exaltación de la superación
personal más, sino una prueba de resistencia en la que el cuerpo persiste
porque no queda otro remedio mientras el yo de antes mira incesantemente el
paso del tiempo.
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