Una novela luminosa sobre la lealtad y la convivencia. En el
portal 26 de la Calle Martín Vargas de Madrid, Lena, Hugo, Ramiro, Camelia y
Jara han logrado convertir el piso que comparten en un espacio de vida en
común. A sus cuarenta años viven juntos por necesidad y porque forma parte de
su manera de entender la convivencia y las relaciones personales. Pero la
situación y el carácter de Jara son más inestables: hace tiempo que no tiene
trabajo y siempre vive en vilo. ¿Por eso se ha ido sin avisar y sin dejar nota
de su paradero? Existiríamos el mar es un soplo de energía que nos lleva a los
caminos donde se unen la fragilidad y la fuerza, lo difícil y lo posible, los
nuevos comienzos, y formas diferentes de perseverancia y de lealtad.
Existiríamos
el mar es un soplo de energía que nos lleva a los caminos donde se unen la
fragilidad y la fuerza, lo difícil y lo posible, los nuevos comienzos, y formas
diferentes de perseverancia y de lealtad. Belén Gopegui ha escrito una novela
osada y conmovedora de historias comunes donde lo más intenso no reside ni en
lo más oscuro ni en lo más turbio, sino, a veces, muchas veces, en momentos de
respeto, risas, charla, felicidad, apoyo mutuo o rabia compartida.
Belén Gopegui ha escrito una novela osada y
conmovedora de historias comunes donde lo más intenso no reside ni en lo más
oscuro ni en lo más turbio, sino, a veces, muchas veces, en momentos de
respeto, risas, charla, felicidad, apoyo mutuo o rabia compartida.
En ella, la escritora
recoge, por ejemplo, el ruido de la cafetera instalado en el cerebro al salir
de una jornada tras la barra como una de las tantas posibles variables al
predecir las olas que tememos casi como necesitamos. También el tiempo que,
robado a espuertas por trabajo y sin ley, se escurre entre parejas y amistades
con el propósito de boicotear pasiones. El que no tenemos, el tiempo que falta
a diario, no el que sobra y envejece, que de ese ya se ha escrito bastante.
Dicen que el amor dura tres años los que han debido disfrutar de tres años
puros, con algo más de dos horas desplomadas a la noche compartidas, para
comprobarlo
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