¿Qué voy a encontrar si leo Arde este libro? Un paseo por los
80 y la decadencia del alcoholismo. Una novela que reflexiona sobre el tiempo y
el amor. ¿Acaso no lo hacen todas? Un reflejo en la ficción del pasado que
interpreta la memoria y del futuro proyectado que hace cameos en el presente
narrativo como Hitchcock en sus largometrajes. La imposibilidad de separarse
del todo, mientras quede aliento, de esas almas con las que estamos
irreversiblemente conectados. Para mí, la canción sería “We must never be
apart”, de los Smaching Pumpkins.
¿O acaso eres de esos espíritus ingenuos que creen que pueden decidir con
quién vivir? Tu ego y tu cerebro tomará caminos, sin duda ejecutará elecciones
en sentido militar, que la vida se encargará de emborronar. Leyendo Arde
este libro, respiro y acepto que cada uno venimos de una historia, de una
biografía, de unabios-graphía, y por mucho que nos empeñemos, ese es el
manantial, la fuente de la que surgen nuestras vivencias. A esa historia
pertenezco. Enfrentar la verdad es el principio del camino del perdón.
Verónica empezó a beber porque un Fernando Marías de la movida le dijo que
estaría mejor, que ambos serían más felices, que su vida sería intensa y
excepcional. Pero las drogas, todas, las legales y las ilegales, son el peor
tumor de esta sociedad. Las legales incluso más nocivas y letales porque están
en todas partes. Admiro la voluntad y la katarsis de Fernando
Marías en la historia que cuenta en Arde este libro. Por cierto, el
título queda justificado en la primeras línea de una fuerza sublime: “Te
incineraron con una novela mía entre las manos. Por eso escribo este libro”
Si habéis nacido a finales de los 70 como yo (OMG!) reconoceréis la
afirmación: “Fuego camina conmigo”. Si no, ya estaréis pidiendo ayuda a papá G.
El fuego purificador hizo arder “La luz prodigiosa”, la primera novela de Fernando Marías,
que fue llevada al cine en la que se narra el asesinato de Federico García
Lorca, entre muchas otras cosas que no son menores, pero que pocas veces se
nombran. Entre ellas, la sagrada luz, en sentido laico, que ilumina y te hace
ver. No la del conocimiento ni mucho menos la de los Iluminati.
Podría ser la luz de la llama, de la hoguera o incluso del hogar, donde estaba
el fuego. “Hogar” es donde está mi familia, donde está mi amor, podríamos
decir. “Era mentira, pero fue verdad” (p.41)
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