La novela: el cuerpo de La
Bruja es encontrado flotando en el río cerca de La Matosa. Una mujer misteriosa
desde su propio apelativo y una rápida sospecha del entorno de jóvenes que
tenían diferentes relaciones con ella. El libro se despliega a partir de las
relaciones entre esos jóvenes y la maraña oscura propia de las pequeñas
poblaciones. La Bruja les fascinaba tanto como les repugnaba y sus relaciones
van aflorando en ambientes cada vez más sórdidos e incómodos. No es tanto la
resolución de un misterio sino comprobar toda la podredumbre que se esconde
ahí.
Temporada
de huracanes es una novela orgullosamente mexicana y
eso en el uso del idioma es palpable a cada frase. Lo cual me parece
absolutamente fantástico aunque uno pueda desorientarse en algún momento. Ese
narrador de ritmo imparable (los capítulos son extensos párrafos parcos en
puntuación donde los diálogos en off tienen una poderosa fuerza narrativa) no
escatima en expresiones propias del español hablado en México, a las que el
lector mínimamente interesado ha de adaptarse con rapidez, y que a mí me han
fascinado. Qué florido y qué rico en expresiones que, sin necesidad de usar
diccionario o referencias externas, son comprensibles y a la vez
fascinantemente misteriosas. Una cuestión que no es superficial. El lenguaje
forma parte de esta historia como lo hacen sus personajes, y no le vería el
sentido a adaptarse a un standard que despojaría a la novela
de parte de su encanto.
Fuerte apuesta de Fernanda
Melchor, esta novela. Arriesgada y audaz como pocas cosas que he leído
últimamente, y en algunos momentos me he acordado de otras promesas como la
ecuatoriana Mónica Ojeda, sobre todo por la curiosa encarnación en los dos
libros del deseo sexual masculino desde la perspectiva femenina, que no deja de
ser un recurso absolutamente legítimo, y no se me malinterprete, pero que es
una figura como mínimo chocante, ya que en ambos casos esta apuesta es visceral
y acaba funcionando.