En Las
niñas salvajes conocemos a Jimena Cruz, una periodista
en horas bajas que está frustrada con su vida. Cuando Jimena comienza a
investigar el asesinato de una monja que aparece en El Albaicín y que había
sido como una tía para ella, comenzarán a sucederse una serie de crímenes que
cambiarán su vida y la de los que le rodean para siempre.
Ayamonte sitúa la acción en Granada, ciudad en la que
vive actualmente. “Es una ciudad mágica y cargada
de historia. Necesitaba una ambientación que me diera juego histórico y que
pudiera seguir explotando en el futuro. No hay nada tan fácil como ambientar
una obra en un lugar que conoces como la palma de tu mano. Llevo viviendo aquí
cinco años y mi plan es quedarme. Así que no fue difícil. Además, se presta a la
oscuridad y el misterio porque de noche tiene un aura interesante por el
contraste de culturas que se mantienen vivas en los símbolos
históricos. Para mí, parte del proceso de escribir Las
niñas salvajes es aprender más sobre Granada y su historia. Creo que la
trama se enlaza muy bien con todo ese legado histórico que tiene esta bella
ciudad”, comenta la autora.
La escritora y creadora de contenidos digitales aborda en esta
obra cuestiones de género y de memoria histórica. Señala que es una novela que
va más allá de unos crímenes que hay que resolver y que se remonta a cuestiones
histórico-políticas que, espera, harán reflexionar a los lectores. “Además, hay un gran abanico de personajes que construyen la
historia y que no dejarán indiferente a nadie. Pero, sobre todo y como he
mencionado, la emoción está a la orden del día”, añade.
Las niñas salvajes es un reflejo de la sociedad
granadina actual, con una gran variedad de personajes muy verosímiles que
representan a diferentes secciones de la población. El lector fácilmente
encontrará alguno con el que se pueda sentir más identificado. Para crearlos,
la autora hizo un intenso trabajo de documentación sobre familias granadinas
con una posición similar a la de la protagonista.
Otro de los retos a la hora de escribir Las niñas salvajes, ha
sido pasar a escribir para un público adulto: “Aunque hay elementos en común
porque el proceso de escritura ha sido similar. Sin embargo, en Las
niñas salvajes he cuidado mucho más el estilo, he profundizado en
descripciones y me ha llevado muchísimos días de documentación que con otras
obras no he tenido que hacer. Otra gran diferencia, que además buscaba, ha sido
plantear los conflictos de los personajes desde una edad más adulta y que ya se
asemeja un poco más a la mía. He podido tratar otros temas y, sobre todo,
darles una perspectiva más madura”, afirma May R. Ayamonte.
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