Un grupo de amigos jubilados todavía recuerda la tarde de aquel
domingo de enero de 1994 en que un Tito Gil maduro hizo su aparición en el bar
restaurante del pueblo, en la Sierra de Madrid. Lo reconocieron por su
prodigiosa voz. Regresaba a su lugar natal el afamado actor, el niño prodigio,
la gran promesa teatral que parecía haber triunfado en los escenarios de la
capital, o tal vez de medio mundo. Quizá en busca de notoriedad, Tito Gil no
tardará en proponerles una gran representación colectiva con la que revitalizar
el turismo y atraer a gente. Será la última oportunidad de evitar el
despoblamiento paulatino. Nadie parece resistirse, pero necesitan a una gran
actriz que le dé a él la réplica. En esas fechas, Paula, una mujer que ha visto
aplastados sus sueños por la rutina laboral, toma el último tren en Atocha y
despierta, sin saberlo, en la estación de un pueblo para ella desconocido.
Bajo el sortilegio de un relato oral colectivo, en La última función Luis
Landero vuelve a deleitarnos con la fascinación de una historia y de unos
personajes que parecen salir de la bruma y tomar la escena para sentirse
transformados. Una historia de amor inesperada, y un sinfín de personajes
secundarios humorísticos y admirables que culminan en un magistral desenlace.
Precisamente sobre una obra de teatro habla la última novela de Landero
(Alburquerque, Badajoz, 1948), ‘La última función’, editada por Tusquets, en la
que un pueblo cada vez más deshabitado de la sierra de Madrid intenta, bajo la
dirección del que fue el niño prodigio de la localidad, poner en marcha una
representación colectiva con la que revitalizar el turismo y atraer a la gente.
En un encuentro de prensa, Landero, que tiene también premios como el de la
Crítica o el Nacional de Narrativa, ha asegurado que la política le parece “una
representación hecha por locos” en la que los ciudadanos son “espectadores y
también víctimas” porque los políticos se ocupan de sus cosas y no del bien
común.
“Se ocupan de sus cosas personales, de sobrevivir, de echarle la zancadilla
al otro, de derribar al otro. ¿Pero quién se ocupa del bien común, de todos, de
la justicia?. Parece que no interesa, que es una cosa menor y luego, cuando uno
pone cualquier televisión, la radio o abre un periódico se encuentra con un cotilleo
político de baja ralea”, algo que considera “tóxico” y que “embrutece”
No hay comentarios:
Publicar un comentario