Dora y Violeta Oliver, dos hermanas que mantienen una ambigua relación,
viven aisladas en una casa situada a las afueras de una comunidad. Sus miembros
se han ido reuniendo en el lugar en torno a una gran casa que semeja la forma
de una colmena, en busca de un estilo de vida marcado por el retiro y la
autosuficiencia, por la coherencia y la introspección. Hasta que un día, una de
las hermanas Oliver comienza un acercamiento hacia el tímido Denis, un muchacho
perseguido por un turbio pasado que se remonta varias generaciones atrás, y
desaparece. En ese espacio aislado, dominado por una naturaleza omnipresente
que también establece sus propias normas, una mujer, Anita, es la encargada de
conservar el equilibrio y la normalidad, al menos de modo aparente. Así, entre
insectos, tierra y una densa masa de vegetación, todo parece mantenerse bajo
una pacífica cotidianidad. Un modo de vida idílico que se convertirá para
algunos en una opresiva trampa. Las efímeras es una novela sobre la dominación,
la dependencia y el deseo de acaparar y controlar la vida de los seres
cercanos. Todo ello sumergido en una naturaleza invasiva, asfixiante, de la que
es muy difícil escapar.
Las efímeras sólo puede ser
considerada “cuento” de un modo muy particular, en el sentido en que podríamos
decirlo de una novela tan compleja e intensa como Vida y época de
Michael K, de Coetzee. Como en ésta, en Las efímeras todo
apela a lo esencial en un marco a la vez limitado y borroso. En Las
efímeras, varios personajes sobreviven en un bosque omnipresente al
final de la utopía de una vieja comunidad de comienzos del siglo XX, La Ruche (la colmena en francés). De los sueños libertarios que llevaron a construir
esta “escuela del futuro” para huérfanos, hijos de obreros y artistas (de
inspiración real, aunque transmutada con inteligencia según los intereses
narrativos de Adón), quedan unos pocos personajes aislados con un ideario cada
vez más escueto: no meterse en los asuntos de los demás y respetar los ciclos
de la naturaleza. Una aceptación de lo existente desde el individualismo a la
que Adón añade una curiosa raíz pietista que amplía el radio de acción de su
debate de ideas: el puritanismo latente en nuestras modernas concepciones de la
transacción económica.
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