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sábado, 22 de diciembre de 2018

BORGES A CONTRALUZ de Estela Canto


 La argentina Estela Canto (1916-1994) —quien colaboró en la legendaria revista Sur y escribió relatos y novelas que ahora ya nadie o casi nadie lee ni recuerda— fue la fémina cuyo nombre Jorge Luis Borges inmortalizó al dedicarle, al término, su cuento “El Aleph”. En su libro de memorias Borges a contraluz . Estela Canto apunta que entre 1944 y 1952 fue amiga íntima de él, pero que su amistad se extendió hasta noviembre de 1985, que fueron las semanas previas a su último vuelo a Europa con María Kodama (Buenos Aires, marzo 10 de 1937), donde habría de morir en Ginebra el 14 de junio de 1986, poco después de su controvertido casamiento con ésta y de haberla nombrado heredera universal de sus derechos de autor y de la mayoría de sus bienes.
  En su libro, Estela narra y enfatiza —apoyada por las cartas que Borges le escribió— que ella es la musa del “El Aleph”. Pero Monegal dice que “la verdadera musa es laDivina Comedia” —ver el Ficcionario (FCE, 1985) y su biografía— y que “la Beatriz del cuento está más relacionada con el estilo y la clase social de otra amiga de Borges, Elvira de Alvear” (1907-1959), mujer de la alta sociedad que lo visitaba en la Biblioteca Miguel Cané, a la que le prologó su poemario Reposo (Gleizer, 1934), que murió loca y a la que Borges le dedicó un poema que fue grabado en su lápida y que se lee en El hacedor (Emecé, 1960). Al respecto, Borges, falaz y lúdico, comentó en 1970 en su nota para The Aleph and Other Stories: “Algunos críticos [...] han descubierto a Beatriz Portinari en Beatriz Viterbo, a Dante en Daneri y el descenso a los infiernos en el descenso al sótano. Por supuesto, estoy agradecido por esos inesperados regalos. Beatriz Viterbo existió en realidad. Escribí el relato después de su muerte.” Pero según Estela no sólo tal cuento fue acuñado bajo la atmósfera mágica que sus seductores encantos propiciaron en Borges: “Al parecer, yo era entonces para él el eje del mundo. Me decía que El Aleph iba a ser el comienzo de una larga serie de cuentos, ensayos y poemas dedicados a mí”. Y que de entre todas las féminas que Borges conoció y se enamoró a lo largo de su vida (la mayoría platónicamente) sólo con ella “él había creído posible la felicidad del amor realizado”; no obstante, apunta: “Cuando me apretaba entre sus brazos, yo podía sentir su virilidad, pero nunca fue más allá de unos cuantos besos”.


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