Aventuras
ibéricas es un magnífico
compendio de la fervorosa dedicación de Gibson que, como en el epílogo de Borges, “traza la imagen de su cara”.
Un libro muy personal, sin merma de rigor, que es una invitación a valorar la
misteriosa riqueza del pasado y no condescender a la adherencia tan española de
contar sólo con el presente. “En España no se piensa jamás en el futuro”,
recrimina el hispanista, y en su reflexión sobre el Quijote trae a
colación a la libre Marcela, que, tras su razonamiento, “se anticipa en siglos
a los de las feministas”, Cervantes se olvida de ella al atender otras
aventuras. De estas demoras y escamoteos está hecha la realidad, y ello nos
concierne no por suceder en la ficción o en el pasado, sino que nos atañe por
quedar inconcluso, en el aire, a la espera de resolución. Con adhesión
indeclinable, Ian Gibson se ha propuesto agitar ese aire, y su libro es una propuesta
pedagógica que nos reconviene para no desatender el futuro del país. Aunque ya
con nacionalidad española, su mirada de extranjero sigue siendo gravemente
pertinente y gratamente generosa. Hubiéramos deseado, no obstante, más
irreverencias que la objeción al griterío español o a la falta de señalización
adecuada. Pero la ironía, tan cervantina, discurre por sus líneas, y esa
cualidad de la inteligencia hace de Aventuras
ibéricas un libro imprescindible.
Sesenta años de
investigación de una idiosincrasia se concentran aquí, en forma de afligida
diatriba, en el último capítulo, ‘España amor, España tristeza’, donde no se
evita la acusación a la desmemoria de una política que mantiene en cunetas y
fosas comunes unos 130.000 desaparecidos, insensibilidad que produce en Gibson
“una profunda indignación” que vuelve mucho más valiosas las páginas
precedentes, en especial las dedicadas a la renovación del Museo de
Antropología Nacional, del que ofrece una apasionada descripción de sus salas
que suscitará en el lector la urgencia de conocer la protohistoria de “esa
encrucijada de pueblos de múltiple procedencia” que se opone a la ortodoxia
esencialista aún tristemente patente en la España actual.
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