John Williams ha
construido un personaje sólidamente humano, tan humano que cualquiera podría
contemplarse en su reflejo. Stoner es una novela sobre la integridad y la
renuncia; una historia que consigue que te impliques, que comprendas, que
disculpes y admires en la misma medida el estoicismo y las debilidades de este
profesor al que es muy probable que ya me sienta vinculada para siempre. Stoner
es, sin duda, un ejemplo de para qué sirve la literatura. Stoner se presenta
como un canto a la dignidad de la vida, pese a sus miserias y a sus
decepciones; como un himno a la belleza de los pequeños gestos; como una loa a
los instantes de quietud y de paz. Su lectura reconforta tanto que obligará a
los hombres y mujeres a retomar las páginas del libro en cuanto se les presente
la menor ocasión. No lo tengan a mano cuando cojan el coche, o se eternizarán
en los semáforos…Stoner de John Williams es algo más que una gran novela, es
una novela perfecta, bien contada y muy bien escrita, de manera conmovedora,
que quita el aliento.
El protagonista, dotado de
considerable carga biográfica, es William Stoner, un joven taciturno criado en
una granja de Missouri que marcha a la Universidad para estudiar Agricultura y
poder así introducir mejoras en la granja familiar. Pero el destino, valiéndose
de un singular profesor de literatura inglesa y de la emoción de un soneto de
Shakespeare, le hará colgar el azadón en favor de la tiza y la pizarra. Resulta
imposible describir mejor y con más austeridad el impacto del epifánico
deslumbramiento que marcará la vida de Stoner, y que le llevará a renunciar al
legado familiar en la granja, arriesgándose a ingresar en un “mundo en el que
siempre estarás a punto de lograr el éxito pero serás destruido por tu fracaso”
(p.32). Tampoco se puede describir mejor la conmovedora dignidad de unos padres
campesinos que asisten a la deserción de su hijo con el estoicismo del labriego
que se aviene a las veleidades del clima. La escena de la graduación es
sencillamente perfecta: el lector palpa a esos padres apocados en la ceremonia
de graduación de William, tan distantes ya de su hijo como éste de la tierra
que contribuyó a labrar con sus manos. En España y más recientemente tal vez
hayan sido Torrente Ballester y Antonio Muñoz Molina quienes mejor hayan sabido
retratar la dignidad del labriego de antaño, educado en el saber de la
intemperie.
Conecta la novela en este sentido con Las uvas de la ira en la que tan magistralmente plasmó Steibeck los efectos de la crisis del campo estadounidense en los campesinos. De alguna forma misteriosa, inadvertida, y pese al creciente ascenso intelectual de Stoner, su pasado labriego ha cincelado su carácter hasta convertido en una persona íntegra, en respetado maestro cuyo adaptabilidad –que no pusilánimidad- le capacita para encarar sin aspavientos emocionales la mediocridad de una existencia opaca en cada uno de sus sencillos frentes: matrimonio insípido, hija desapegada, relativo aislamiento social, rencores en el competitivo coso universitario, carrera profesional de corto vuelo, etc.
Lo más
encomiable de la novela de Williams es su sencillez extraordinaria y engañosa,
el alcance de una historia mínima contada con frugalidad, la de un hombre
virtuoso (ahí es nada en estos tiempos) que sedimenta en el lector por su
implícita clase magistral de sabiduría humana rematada en un final bellísimo.
Un milagro que muchos escritores ambicionan y que pocos catan. Habrá que
aguardar a que la editorial se decida a publicar más de este autor poco
prolífico (ya saben, lo bueno si breve…).Conecta la novela en este sentido con Las uvas de la ira en la que tan magistralmente plasmó Steibeck los efectos de la crisis del campo estadounidense en los campesinos. De alguna forma misteriosa, inadvertida, y pese al creciente ascenso intelectual de Stoner, su pasado labriego ha cincelado su carácter hasta convertido en una persona íntegra, en respetado maestro cuyo adaptabilidad –que no pusilánimidad- le capacita para encarar sin aspavientos emocionales la mediocridad de una existencia opaca en cada uno de sus sencillos frentes: matrimonio insípido, hija desapegada, relativo aislamiento social, rencores en el competitivo coso universitario, carrera profesional de corto vuelo, etc.
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