Diez mujeres se reúnen en una
terapia de grupo para contar su vida, sus pesares, sus alegrías y, en el fondo,
desnudar sus sentimientos en un ejercicio de liberación. Porque, en definitiva,
por lo que todos luchamos es por romper las cadenas que nos atan fuertemente a
nuestros temores.
Siempre he sentido admiración por
los relatos en primera persona. Me dan la esencia que le falta a las terceras
personas, me transmiten una sensación de realidad pocas veces vista y leída, y
me hacen reflexionar sobre la vida que acabo de descubrir en las páginas. Así
es “Diez mujeres”.
Vivir la vida puede parecer sencillo, pero vivirla enfrentándote a ella ya es
más complicado. Por eso, que una autora como Marcela Serrano nos
permite ahondar en la vida íntima de sus personajes hace que te sientas parte
de una historia que, de otro modo, no hubieras podido descubrir por tus propios
medios. O a lo mejor es que, en realidad, lo que se cuenta en esta novela, en
este conjunto de relatos que se unen en un eje central, es la vida de todos y
cada uno de nosotros. No soy de los que opinan que haya una literatura para
mujeres y otra para hombres. Creo que la literatura está al servicio de todos y
cada uno de nosotros, sin hacer distinciones de sexo. Por eso, cuando me leí “Diez mujeres” la
gente a mi alrededor me decía que la literatura para mujeres era siempre igual,
siempre lacrimógena, siempre contando intimidades que a nadie le interesaban.
Mi respuesta fue la siguiente: la literatura pertenece al momento, a un punto
vital en el que necesitas cierto tipo de libros, sentirlos de una manera
especial porque, para bien o para mal, te están contando algo que te sucede,
que en tu interior pugna por salir y rebelarse. Y así fue cómo me sentí al
abrir y posar mis ojos en las páginas que me ha regalado Marcela Serrano. Porque
en realidad, se trata precisamente de eso, de hacer sentir especial a cada uno
de los lectores, que puedan absorber diferentes matices, diferentes realidades,
y que sean capaces de hablar durante horas de un mismo libro que, aun siendo el
mismo, para cada uno de nosotros es diferente.
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