Los astronautas narra
cómo la protagonista busca el regreso a casa no por ajustar cuentas, sino por
entender y entenderse, llegar a un compromiso tan emocional como intelectual
con sus padres. Habla de los hijos de matrimonios rotos de los ochenta,
donde, en muchas ocasiones, la ruptura significaba un agujero negro del que, en
mayor o menor medida, los hijos eran piezas afectadas, dañadas,
responsabilizadas. Su mirada sobre ese momento y esos hijos y padres es
novedosa y no se queda en enfatizar hechos, sino posibilita alzar el vuelo,
mirar y hasta comprender. La prosa de Ferrero, limpia, directa y nunca
vanidosa, nos ayuda en este ejercicio de autoficción poliédrica. Inserta datos
e información ajena a la narración, pero bien trenzados o, al menos trabajando
a favor de obra, que nos mantienen atados a ella.
Todos sabemos desde la
infancia qué personas forman nuestra familia y cuáles son los lazos que nos
unen a cada una de ellas. Todos menos la protagonista de esta novela, a quien
nunca contaron que ella también, en algún momento de su vida, había tenido una.
¿Qué sucedió en aquellos años para que todos los vestigios de la época
desaparecieran? Los astronautas narra
el desciframiento de ese ecosistema perdido en el tiempo: una fotografía
encontrada fortuitamente, en la que aparece de niña junto a sus padres, alumbra
la realidad de su familia con treinta y cinco años de retraso. Pero alumbra,
sobre todo, las carencias, los silencios y los secretos sobre los que se vio
obligada a conformar su identidad. Sin embargo, una historia nunca cuenta la
verdad, sino una verdad...
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