«Libro interesantísimo
que deben leer todas las mujeres, porque trata con sinceridad, emoción y
amenidad de sus derechos y de sus deberes. Trescientas páginas de buena
doctrina». Así se anunciaba Cartas a las mujeres de España cuando se publicó
por primera vez en 1916. Hoy, más de cien años después, este volumen de
Lejárraga y Martínez Sierra, referente obligado en la historia del feminismo
español, sigue interpelándonos y emocionándonos. Sus páginas van desgranando de
manera sencilla pero firme los fundamentos de la teoría y de la práctica del
feminismo. El libro parte de dos principios básicos. El primero: «Sí, de las
mujeres es el porvenir»; y el segundo: «Para ser feminista, es decir,
partidaria de que la mujer debe pasar su vida lo más feliz posible, haciendo la
mayor suma de bien posible, siendo lo más útil posible a la Humanidad, gozando
con tan perfecta naturalidad como el hombre la plenitud de sus derechos de ser
humano, basta haber nacido “ser humano”, y, por añadidura, mujer. Las mujeres
deben ser feministas, como los militares son militaristas y como los reyes son
monárquicos; porque, si no lo son, contradicen la razón misma de su
existencia». Se presenta así el feminismo como una actitud natural, cuyo único
objetivo es liberar a la mujer de la cárcel de la domesticidad y ofrecerle los
medios para participar sin restricciones en el devenir social y político
de la Humanidad. Cartas a las mujeres de España sigue siendo un libro actual,
de obligada lectura. «Una invitación a la vida. Toda la modernidad y la luz del
pensamiento de una de las mujeres más brillantes de nuestra historia recogidas
en los textos que dedicó a sus coetáneas». Laura Hojman
La verdad, oculta durante
décadas, ha aflorado con fuerza en los últimos años, revelando que la extensa obra
atribuida a Gregorio Martínez Sierra –un centenar de títulos que abarcaba desde
prosa, ensayo y teatro a libretos para zarzuelas, oratorios y ballets, así como
artículos periodísticos– era en realidad obra de su mujer, María de la O
Lejárraga, seis años mayor que él. Si las memorias del exilio de ésta,
tituladas Gregorio y yo. Medio siglo de
colaboración, ya ponían de manifiesto aquella simbiosis –la
escritora a la sombra y el hombre de éxito que daba la cara y otorgaba una
dimensión pública a los textos de aquella– la exhaustiva biografía que publicó
la investigadora Antonina Rodrigo en 1992, María Lejárraga, una mujer en la sombra, terminó de
despejar las dudas. Ya no quedó nadie que defendiera la autoría de Martínez
Sierra, a lo sumo se apuntaba a una autoría compartida del matrimonio.
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