Ordesa es
un artefacto literario que rechaza un sentido convencional de lo novelable.
Antes que argumento, hay una insistencia obsesiva, según avanza la lectura, en
momentos cada vez más sublimados. Es decir, no hay evolución de la intriga,
sino una sutil trama del propio estilo, una destilación de los recursos que
desemboca en un puñado de poemas. Un ejemplo de este recurso es que los
personajes familiares, hacia la mitad del libro, comienzan a renombrarse: así,
sus hijos y sus padres pasarán a llamarse Brahms, Vivaldi, Bach o Wagner.
Consciente de la problemática transformación de personas cercanas en
personajes, Vilas la extraña con su habitual suma de parodia y celebración: no
quiere convertirlos en literatura, sino en música, dice, pero no sólo en música,
sino en Historia de la Música, mayúscula, lo que a la vez que eleva a los
personajes pone en duda la propia institución llamada Historia de la Música. Es
sólo una muestra del método de Vilas: en sus imaginativas comparaciones ninguno
de los términos tiene todas las de ganar, más bien ambos encarnan una vanitas barroca, una salvación a través de la ironía, una burla
que es a la vez consuelo.
Otro de los recursos
predilectos de Vilas podríamos
llamarlo “animismo marxista”, si con esto diéramos medida de cómo los objetos
desechados de este mundo tardocapitalista adquieren en sus obras una
significación esencial, su propia alma. “El pasado son muebles, pasillos,
casas, pisos, cocinas, camas, alfombras, camisas. Camisas que se pusieron los
muertos”. En estos “prodigios baratos” se resume la historia de la mal llamada
clase media: “Son baratos y sin embargo tienen fuerza sobrenatural. Como si lo
sobrenatural eligiera la humildad para manifestarse. O como si lo sobrenatural
y la humildad fuesen lo mismo”.
Ordesa es
un libro lleno de clemencia hacia los desamparados de la Historia. “Somos
vulgares, y quien no reconozca su vulgaridad es aún más vulgar”, escribe Vilas,
y en esta aceptación se encierra un inesperado perdón hacia uno mismo: “Puede
que el hombre acabe al final por enamorarse de su propia vida”. La nuestra es
una “historia común”. Y Ordesa es
un libro extraordinario.
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