Como tantas y tantas obras de la copiosísima moda actual de la
novela histórica, Donde se
alzan los tronos lleva a cabo una aleación de elementos
históricos ciertos e invención. Ángeles Caso se atiene a un planteamiento
rutinario: una mezcla de divulgación y de pintoresquismo del pasado. Bajo este
doble principio, se recrea la etapa de cambio dinástico de nuestro país que va
del fallecimiento del último Austria, el desdichado Carlos II, en 1700, al
fortalecimiento del primer Borbón, Felipe V, en 1714 tras su matrimonio con
Isabel de Farnesio. En el medio se hallan las tensiones continentales por la
hegemonía política y militar y su efecto colateral español, la guerra de
Sucesión. La novela
enlaza noticias dispersas de todo ello, más vistazos a las cortes europeas, en
especial al Versalles de Luis XIV, y a centros influyentes como el
Vaticano. También se cotillea en el Alcázar madrileño y se
muestran su fúnebre ambiente, la rigidez de una nobleza anquilosada y la
inmoralidad de una clase privilegiada inútil.
Esta atractiva materia histórica tiene una expresión literaria
ágil de la que resulta un relato ameno. Ello se logra mediante el recurso de
convencionalismos narrativos y temáticos. Unas veces son anécdotas de amoríos,
sexo y lujuria, adobadas con su poco de intriga y apostilladas sin evitar el
tópico. Otras veces son recursos efectistas para causar impresión de exactitud
documental: así, poner uno tras otro el medio centenar de títulos de Carlos II
u ocupar casi una página con los del aspirante Habsburgo. Con mayor frecuencia se encuentran
variopintos anecdotarios o el costumbrismo de hábitos peregrinos, tal la larga
descripción de usos palatinos como el rito de levantarse y acostarse del
monarca, o el de comer, ilustrado con un menú. Y, además,
se hace una descripción estereotipada de un largo censo de personajes,
aristócratas y eclesiásticos esquemáticos (al rey Sol se le reduce casi a
caricatura) o marcados por un único rasgo, la ostentación, la intriga, la
venalidad, la falsedad, la ira, la traición, la prepotencia…
Esta recreación histórico exótica sirve de marco a “la historia
de una mujer que quiso ser rey”, como anuncia la frase publicitaria que
acompaña al título en la cubierta del libro. En dicho medio va cobrando relieve
la persona que termina por convertirse en protagonista de la novela, la
princesa de los Ursinos. La ambición de poder aparece como un motivo repetido a
lo largo de la anécdota que se ilustra por medio de diversas figuras
episódicas; con la princesa alcanza la importancia de tema principal. Por eso se recrea a la de Ursinos en un
retrato menos plano que el de los restantes figurantes y se la adorna con
hondura. Se trata de una figura histórica, seguida en el
libro con sustancial fidelidad, de gran fuerza novelesca. Mujer aventurera,
libre, osada, jugó papeles decisorios en bastantes intrigas europeas y fue un
auténtico privado del débil Felipe V hasta que, caída en desgracia, éste la
abandonó sin miramientos. La aristócrata francesa encarna una pasión enajenante
y destructiva.