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sábado, 27 de junio de 2015

LAS CONFESIONES DE UN PEQUEÑO FILÓSOFO de Azorín




Con esta obra Azorín cierra la trilogía autobiográfica que inició con La voluntad, cuyo protagonista presenta el tema de la formación del intelectual y de su lucha contra el medio, así como el conflicto entre acción y contemplación. En ella, la atención se desplaza desde lo argumental anecdótico hacia los niveles interiores de la emoción.

José Augusto Trinidad Martínez Ruiz (Monóvar, Alicante, 1873 – Madrid, 1967), más conocido como Azorín, fue un novelista, ensayista, dramaturgo y crítico literario. La relevancia de su figura se basa, sobre todo, en su lucha por el renacimiento de la literatura española por medio de un grupo de escritores que él mismo bautizó como Generación del 98, del que fue el máximo exponente. En sus escritos prevalece el tema la eternidad y la continuidad, simbolizadas en las costumbres ancestrales de los campesinos, y su obra destaca también por una lúcida crítica literaria. Introdujo, además, un estilo nuevo y vigoroso en la prosa española. Es autor de ensayos como El alma castellana (1900), Los pueblos (1904) y Castilla (1912), aunque se le reconoce, sobre todo, por sus novelas autobiográficas La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903) y Las confesiones de un pequeño filósofo (1904). Escribió textos brillantes en el campo de la crítica literaria como Los valores literarios (1913) y Al margen de los clásicos (1915). Colaboró en distintos periódicos, en los que utilizaba diversos seudónimos: Fray José, en La educación católica; Petrel y Juan de Lis, en El defensor de Yecla, etc. Escribió también en El eco de Monóvar, El mercantil valenciano y El pueblo, así como crítica literaria en ABC y La Vanguardia. En 1924 fue elegido miembro de la Real Academia Española y en 1946 se le otorgó la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio.


domingo, 14 de junio de 2015

DIARIOS de Iñaki Uriarte


 (Nueva York, 1946) es un articulista, crítico literario y escritor español, conocido por sus diarios personales. Con su primer libro, Diarios (1999-2003), ganó el Premio Euskadi de ensayo en castellano (2011)1 y el Premio Tigre Juan (2011).2
Uriarte es crítico literario del periódico vasco El Correo, donde también publica artículos de opinión.


[…] Pla dice que hay que escribir como se escribe una carta a la familia, pero con un poco más de cuidado. Aquí voy a hacerlo como si hasta las cartas fueran un alarde de retórica. Como si hablara solo. * […] He estado en la cárcel, he hecho una huelga de hambre, he sufrido un divorcio, he asistido a un moribundo. Una vez fabriqué una bomba. Negocié con drogas. Me dejó una mujer, dejé a otra. Un día se incendió mi casa, me han robado, he padecido una inundación y una sequía, me he estrellado en un coche. Fui amigo de alguien que murió asesinado y fue enterrado por los asesinos en su propio jardín. También conocí a un hombre que mató a otro hombre, y a uno que se ahorcó. Sólo es cuestión de edad. Todo esto me ha sucedido en una vida en general muy tranquila, pacífica, sin grandes sobresaltos. * […] Ni «espíritu de sacrificio», ni «afán de superación», ni «aspiración a la excelencia». Ni ningún respeto o simpatía por tales cosas.


sábado, 6 de junio de 2015

OBRA POÉTICA de Jules Laforgue



El nombre del poeta francés Jules Laforgue (1860-1887) está vinculado al movimiento conocido como «decadentismo», que mantiene estrechas relaciones con el simbolismo. Es Laforgue quien da una forma poética al espíritu decadente. En la mayoría de los decadentes —y en especial en Jules Laforgue— se detecta el sentimiento de haber nacido demasiado tarde. Imposible volver a Victor Hugo. Hay que liberarse de su influencia. Hay que hallar nuevos caminos. Todos se muestran de acuerdo a la hora de despreciar el siglo en que viven, pero nadie puede poner en duda que ese siglo ha producido obras admirables, incluso para ellos mismos. En 1885 aparecía el primer libro de poemas de Laforgue con el título de " Les Complaintes " , mostrándose ya como un poeta original y plenamente atractivo con tan sólo veinticinco años. El paso estaba dado. Laforgue había hallado su camino, su verdadero camino; una forma de expresión que definía una estética vanguardista y renovadora. Su verso, a menudo dislocado, es la imagen de una naturaleza vibrante e inestable. En su lenguaje se mezclan los términos triviales y los términos raros, los tópicos y los neologismos, todo ello en un intento de reflejar el desorden de un pensamiento que no logra liberarse de sus obsesiones.