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sábado, 4 de febrero de 2017

DÚO de Colette



La situación parte de un esquema clásico: un matrimonio lleva una vida feliz y armoniosa hasta que el marido descubre fortuitamente que la esposa ha tenido una aventura, cuyo alcance ignora, con su socio y amigo. A raíz de este descubrimiento, la relación se va deteriorando a pasos agigantados, mientras el marido se debate obsesivamente ante el dilema que se plantea: ¿qué podría soportar mejor: la comunión espiritual entre la mujer y el intruso, o la lujuria desencadenada, que podría ser tan sólo un «capricho de la carne»? «¿Dúo o duelo?»: así rezaba la faja publicitaria de la edición francesa original de este libro. Colette, feminista avant la lettre y sin alardes extraliterarios, muestra con extraordinaria agudeza psicológica el contraste entre la actitud de la mujer –un personaje adulto, desculpabilizado– y la puerilidad moral del marido. El conflicto sucede en una casa de campo, con la verja como testigo y la gente del pueblecito como telón de fondo; gente que husmea y que adivina las más secretas verdades de los «señores», obligados a fingir absoluta normalidad a causa de la sacrosanta obligación de guardar las apariencias, mientras se desencadena una tormenta en sus vidas
Las feministas de pelo en pecho creen tener en Colette a su mentora, ya que era libertina y bisexual, capaz de componer su propio orden de cosas, juguetona de la moral y juguetona con los animales, a los que amaba como a una de sus extremidades. Si se la lee sin detenimiento, se convierte uno en seguidor ideológico. Pero no es así cuando se la mira a la cara. Su bisexualidad no fue más que una máscara, una huida. En “Lo puro y lo impuro” habla de las relaciones lésbicas que ella misma practicó, pero las describe como una salida para las mujeres que huyen de los hombres, un recurso para provocar celos, para acabar siempre volviendo a ellos, de ahí que censure su libertinaje.
Propongo “Dúo”, una novela sobre la incomunicación y la cobardía en la relación amorosa. La mujer no da trascendencia a aquella aventura que tuvo, no significó nada, absolutamente nada, un ligero recuerdo, vago, sin peso. Por eso, la cataloga como “tontería”, mientras el marido le responde, “¿tontería?, ¡ignominia!”. He aquí el escalón del entendimiento



1 comentario:

  1. No lei Nunca lei...pero me gusta como describes Lo que tú lees
    un abrazo desde Miami

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