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sábado, 1 de abril de 2017

UN SEÑOR DE BARCELONA de Josep Pla


Pla es uno de los escritores en lengua catalana más destacados del siglo XX. Su obra ofrece una visión completa de la sociedad de su tiempo. La mayor parte la escribió en catalán, idioma en el que se sentía más cómodo, y solo circunstancialmente lo hizo en castellano (por razones de censura o puramente alimenticias), de forma también brillante, casi siempre en colaboraciones de prensa, como las crónicas italianas, balcánicas y nórdicas de los años veinte en El Sol.
Vivió completamente dedicado a la escritura. La magnitud de su Obra Completa (47 volúmenes y más de treinta mil páginas), que recoge todos sus diarios, reportajes, artículos, ensayos, biografías, novelas y algunos poemas, todo ello procedente de unos 120 libros distintos, da una idea de su formidable capacidad de trabajo al tiempo que dificulta su clasificación cronológica. Muchas de esas páginas son el fruto de un continuo proceso de reescritura de originales no inéditos de juventud y de la reelaboración, traducción y corta-pega de los artículos semanales que durante casi cuarenta años publicó en castellano en la revista Destino, además de cientos de artículos publicados en periódicos dispersos y de una abundante correspondencia.
Las características más importantes del estilo planiano son la sencillez, la ironía y la claridad. Extremadamente pudoroso y sensible al ridículo, detestaba los artificios y la retórica vacua. Durante toda su vida literaria, permaneció fiel a su estilo: «la necesidad de una escritura clara, precisa y sobria» y su desinterés por la ficción literaria, cultivando un estilo seco, aparentemente sencillo, pragmático y apegado a lo real. Fue un observador agudo de la realidad y de sus más pequeños detalles y dio fiel testimonio de la sociedad de su tiempo. Sus obras muestran una visión subjetiva y coloquial, «antiliteraria», en la que destaca sin embargo un enorme trabajo estilístico por llamar a las cosas por su nombre y «dar con el adjetivo preciso», una de sus obsesiones literarias más persistentes

Escritor incansable, hombre de orden aunque de talante liberal, a su modo de ver la vida es caótica, irracional, injusta, y las ansias de igualdad y de revoluciones son un delirio que provoca peores males que los que pretende atajar. Conservador y racional, no siente la acción, aunque sí la voluptuosidad y la sensualidad. Buen conversador, buen comedor y mejor bebedor (ya anciano, el whisky constituía todavía buena parte de su dieta), fumador empedernido de ideales, tocado de joven con un sombrero hongo y más tarde con su inseparable boina de paisano, detestaba la banalidad, la afectación cultural (rara vez incluye citas en sus obras, pese a ser un gran lector de los clásicos) y a «aquellos que hablan escuchándose». Por eso dejó escrito: «Es más difícil describir que opinar, infinitamente más: en vista de lo cual todo el mundo opina.»

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