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sábado, 14 de octubre de 2017

CONTRA MÍ MISMO de Eliseo Alberto

Sobre la experiencia de la revolución cubana se ha debatido casi siempre en defensa de posiciones extremas. A quemarropa. La razón dicta. La pasión ciega. Sólo la emoción conmueve, porque la emoción es a fin de cuentas, la única razón de la pasión […] Lo único imperdonable es el olvido.
Tarde o temprano, los cubanos nos volveremos a encontrar, bajo la sombra isleña de una nube. Hay que estar atentos: el toque de una clave se escucha de lejos.
Las líneas anteriores se encuentran en el libro que Eliseo Alberto (Arroyo Naranjo, La Habana 1951) escribió como un necesario ejercicio de desahogo para expulsar, de lo más profundo de sus entrañas, el desasosiego que le causaba la solicitud que le hicieran oficiales del ejército cubano para que informara sobre las actividades que se desarrollaban en su casa.
Informar era, en esta ocasión, la misión que se le encomendaba al entonces teniente de reserva y militar activo “desde cualquier trinchera”.
Agentes del apartado cubano de iteligencia –si se le puede llamar de esa manera– le ordenaron mantenerlos informados de todo contacto con visitantes extranjeros, independientemente de posturas políticas: “Estamos en guerra contra el imperialismo yanqui […] La guerra es la guerra.
Necesitamos que nos mantengas al tanto de lo que se habla en tu casa. Nunca se sabe dónde va saltar la liebre. Es cosa de rutina. No te prohibimos relaciones con extranjeros, como está ordenado, pero pedimos tu colaboración en esta tarea”. Esas fueron las palabras que a Eliseo Alberto lo llenaron de pavor, como él mismo lo confiesa.
La estructura de Informe contra mí mismo es versátil, flexible, como debe ser cuando se escribe desde el corazón y sin mezquindades. Como una especie de presentación de lo que vendrá más adelante en la obra, en su prólogo van y vienen la emociones, como van y vienen los sentimientos de odio-amor entre los cubanos de la isla y los cubanos en el exilio; sincretismo de recuerdos y nostalgias



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