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sábado, 15 de junio de 2019

TODO EL BIEN Y TODO EL MAL de Care Santos



Todo el bien y todo el mal es también, además, una vuelta al concepto de la maternidad. «Creo que desde que las mujeres hemos empezado a hablar de nuestros asuntos hemos mostrado su imagen real -analiza Santos-. La maternidad es de todo menos idílica, todas las que somos madre lo sabemos. Es difícil, es incansable con una vida profesional, es difícil de compaginar. Y por tanto las madres somos mujeres a veces histéricas, a veces desbordadas, a veces muy culpables… y esa es la verdad». En ese sentido, añade, «creo que muchas mujeres se van a sentir muy identificadas con el personaje de Reina a pesar de no haber tenido que enfrentarse nunca a un problema tan grave».
Contra las miradas parciales, los juicios injustos, la situación de la mujer en los juzgados y las decisiones de paternidad y maternidad, Care Santos muestra su lado más reivindicativo y subraya que precisamente «novelas como estas ayudan a que algunos magistrados entiendan que las cosas a veces son distintas. Porque otro de los problemas que nos estamos encontrado -indica- es que todos, o la mayoría de quienes están valorando y juzgando a las mujeres, son hombres. Eso es un problema que tenemos en general, en la sociedad, y que tenemos que ir adaptando a un cambio de mirada. Y desde luego quien mejor nos ayuda a cambiar la mirada es la literatura. Para eso sirve. Yo le enviaría un ejemplar a cada uno», señala. «Los escritores predicamos poco en el desierto pero predicamos. No nos cansamos de predicar».
No obstante, aclara que su novela es una historia «llena de hombres por todos lados» y que, de hecho, eso formaba parte del planteamiento inicial, apunta. La reflexión sobre la paternidad está, por tanto, muy presente también. «Tampoco es una paternidad fácil por culpa de ella otra vez. Hay dos padres, cada uno viviéndolo a su manera, y es la paternidad perversa, obsesiva, que lo quiere ser a toda costa, dominante».
Madre de tres hijos, autora también de literatura juvenil, cuenta que «tenía muchas ganas para escribir la novela sobre adolescentes que no pueden leer los adolescentes». La adolescencia, opina, «es una etapa enormemente convulsa donde ocurren muchas cosas y el sentimiento de soledad es una de esas cosas. Es lo que le ocurre a Alberto -el hijo de su protagonista-. Hay un detonante y eso explota».


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