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sábado, 11 de julio de 2020

LA JOVEN DE LA PERLA de Tracy Chevalier



La joven de la perla recibe su nombre del famoso cuadro alrededor del que se teje la trama de la novela. Griet, la protagonista del libro, se nos presenta como la muchacha que nos mira fijamente desde el lienzo de Vermeer. Tracy Chevalier crea una historia para este cuadro del que poco o nada se conoce, ya que es poca la información que conocemos de la vida del pintor en la actualidad. Griet se nos presenta como una muchacha que se ve forzada a trabajar como criada en la casa del artista, motivo por el que toma contacto con él.
El libro está escrito en primera persona, de forma que conocemos en todo momento lo que sucede alrededor de la muchacha de primera mano, así como sus pensamientos y sensaciones. Sin embargo, los pensamientos del resto de personajes nos son, por tanto, ajenos, a excepción de lo que extraemos de diálogos e interpretaciones de la propia Griet.
Esta decisión de plantear el libro en primera persona nos ha gustado especialmente porque así logramos empatizar más con Griet. Por otra parte, se echa en falta el punto de vista de Vermeer, el otro gran protagonista de la trama. Vermeer es un hombre callado, pausado y que pocas veces se encuentra en casa si no es para trabajar en su estudio. Esta desconexión intencionada con el personaje hace que reflexionemos mucho acerca de sus intenciones y motivaciones durante la lectura. Esto lo convierte en un misterio para el lector, de la misma forma que lo es para la propia protagonista.
Griet es una muchacha de una familia protestante que, con tan sólo 16 años, se ve obligada a abandonar su hogar para entrar a servir como criada en una casa ajena. A causa de un accidente en el taller donde trabaja, el padre de Griet -azulejero de profesión- se ha quedado ciego, por lo que Griet tiene que apoyar económicamente a su familia.
A pesar de que el cambio descoloca a la muchacha, que espera con ansia los domingos para ver a su familia de nuevo, no tarda en acostumbrarse a los lujos de la casa de los Vermeer. Griet termina acostumbrándose al ambiente de la casa de Oude Langendijk, dejando atrás su verdadero hogar. Es especialmente ilustrativo el momento en que se encuentra con su hermana en el mercado y la ignora, dándole la espalda para atender a las niñas del matrimonio Vermeer.


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