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sábado, 12 de junio de 2021

UNA MUJER NO MUERE JAMÁS de Elisa Beni

 


Desconfíen del autor que sepa relatar exactamente cómo escribió su obra. Puede que haya producido algo, y que tenga forma de libro pero si de verdad ha escrito una novela lo más probable es que se enrede en extrañas explicaciones: la historia que crece sola y la de los personajes que cobran vida propia imponiéndose al autor o la de ese insoslayable avance de la ficción que parece superior a la persona que la desarrolla y que acaba con ella extenuada y pocas veces feliz.

Esas confesiones que suenan estrambóticas suelen contener la verdad. Una novela es un parto de algo cuya génesis el propio autor desconoce. Una de las protagonistas de Una mujer no muere jamás, la joven Lara, lo intenta expresar así: “Es angustioso, como si una historia hubiera germinado en mi hígado o en mi bazo y estuviera creciendo libremente entre mis órganos hasta el punto de que estos se tienen que apartar y no podrán volver a su lugar hasta que yo la extirpe escribiéndola. No estoy loca ¿no?”. Posiblemente lo esté, como todo el que seriamente se entrega a la escritura.

No sé cuando comenzó a gestarse en mí esta historia sobre los destinos comunes de las mujeres, puede que lo hiciera en mi infancia o en tantos años vividos como mujer o puede que se instalara definitivamente cuando murió mi madre hace ya varios años. Tal vez a la par que fui notando como su ausencia la hacía estar cada vez más viva en mi interior, me fui dando cuenta de que había un río de experiencia común entre su mundo de mujer marcada por la falta de libertad del franquismo y el de todas las generaciones que hemos venido después

Sí sé con precisión en qué momento toda esa maceración de sentimientos, de certezas y hasta de injusticias se puso en marcha. Sí sé cuándo encontré el detonante de esta historia. Fue desayunando, mientras leía la prensa, como hago cada día. Encontré un titular local sobre una mujer, “la amante del arquitecto” rezaba, que había aparecido momificada en su casa muchos años después de su muerte. Dos cosas eran inquietantes, una provenía del pasado ¿cómo es posible que una persona desaparezca y esté tan sola que nadie, ni su banco, ni sus proveedores, ni sus vecinos, la echen en falta?




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