La península de las casas vacías nace
de las historias del abuelo de Uclés en Quesada, Jaén. Sin embargo, el libro
está ambientado en Jándula, un pueblo inventado que hace de trasunto de Quesada
(como reconoce al final del libro el propio autor). La novela cuenta la
historia de una familia en descomposición, de la deshumanización de un pueblo,
de la desintegración de un territorio y de los horrores de la guerra. La
principal virtud y novedad que aporta la novela es el tratamiento de la Guerra
Civil desde el realismo mágico. En una entrevista con eldiario.es Uclés
admite su comodidad con el término, “creo que en mi caso sí que es
el realismo mágico clásico: describir una familia con sus generaciones en las
que ocurre cierta fantasía con elementos naturales que les rodean y telúricos,
no con elementos fantásticos inventados. También que el pueblo no reacciona
ante ellos, sino que los asume como realidad. Me han dicho que es costumbrismo
mágico, neorrealismo mágico, surrealismo mágico… pero no dejas de ser una
etiqueta para que el lector tenga una idea rápida”. Ciertamente
funciona muy bien. Y la sensibilidad de Uclés con el recurso es parte del
acierto. Recuerdo, por ejemplo, un cristalero que tuvo que cambiar las ventanas
de una casa cuatro veces porque la dueña los desgastaba de mirar por la ventana
esperando que su hija regresara. O cómo, en Jándula, cada llanto tenía un color
diferente dependiendo de la emoción: rojo para el amor, azul para la tristeza,
negro para el dolor, amarillo para la alegría…y como el personaje lloraba
lágrimas con tinte morado estaban tranquilos porque no era de amor, pero no se
dieron cuenta que el morado se compone de rojo y azul y el personaje lloraba
por desamor… Pues así hay muchos ejemplos. Si es cierto que en la primera mitad
del libro hay muchos más ejemplos que en la segunda mitad. Parece que cuando se
propuso cerrar la historia dejó de lado el realismo mágico. Y era su mejor baza
y lo que más emociones conseguía trasmitir al lector. Al menos a mí.
Es una “historia total de la Guerra Civil”, setecientas
páginas fruto de 15 años de trabajo (es decir, la empezó a los 19), vertebradas
en torno a una saga familiar arraigada en un pueblo y con trazos de “realismo
mágico” (sic). ¿Déjà vus que viejunean o regreso al
esto-sí-es-novela? Depende: si la descripción le atrae, la novela le encantará.
No merece menos. Desde las coordenadas que se impone a ella misma, es admirable
y nunca se traiciona. Y si las palabras de la editorial disparan prevenciones
fuertes en usted, déjela correr, por las mismas razones.
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