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sábado, 1 de diciembre de 2018

AVENTURAS IBÉRICAS de Ian Gibson




Aventuras ibéricas es un magnífico compendio de la fervorosa dedicación de Gibson que, como en el epílogo de Borges, “traza la imagen de su cara”. Un libro muy personal, sin merma de rigor, que es una invitación a valorar la misteriosa riqueza del pasado y no condescender a la adherencia tan española de contar sólo con el presente. “En España no se piensa jamás en el futuro”, recrimina el hispanista, y en su reflexión sobre el Quijote trae a colación a la libre Marcela, que, tras su razonamiento, “se anticipa en siglos a los de las feministas”, Cervantes se olvida de ella al atender otras aventuras. De estas demoras y escamoteos está hecha la realidad, y ello nos concierne no por suceder en la ficción o en el pasado, sino que nos atañe por quedar inconcluso, en el aire, a la espera de resolución. Con adhesión indeclinable, Ian Gibson se ha propuesto agitar ese aire, y su libro es una propuesta pedagógica que nos reconviene para no desa­tender el futuro del país. Aunque ya con nacionalidad española, su mirada de extranjero sigue siendo gravemente pertinente y gratamente generosa. Hubiéramos deseado, no obstante, más irreverencias que la objeción al griterío español o a la falta de señalización adecuada. Pero la ironía, tan cervantina, discurre por sus líneas, y esa cualidad de la inteligencia hace de Aventuras ibéricas un libro imprescindible.
Sesenta años de investigación de una idiosincrasia se concentran aquí, en forma de afligida diatriba, en el último capítulo, ‘España amor, España tristeza’, donde no se evita la acusación a la desmemoria de una política que mantiene en cunetas y fosas comunes unos 130.000 desa­parecidos, insensibilidad que produce en Gibson “una profunda indignación” que vuelve mucho más valiosas las páginas precedentes, en especial las dedicadas a la renovación del Museo de Antropología Nacional, del que ofrece una apasionada descripción de sus salas que suscitará en el lector la urgencia de conocer la protohistoria de “esa encrucijada de pueblos de múltiple procedencia” que se opone a la ortodoxia esencialista aún tristemente patente en la España actual.


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