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sábado, 12 de febrero de 2022

ARDE ESTE LIBRO de Fernando Marías


 

¿Qué voy a encontrar si leo Arde este libro? Un paseo por los 80 y la decadencia del alcoholismo. Una novela que reflexiona sobre el tiempo y el amor. ¿Acaso no lo hacen todas? Un reflejo en la ficción del pasado que interpreta la memoria y del futuro proyectado que hace cameos en el presente narrativo como Hitchcock en sus largometrajes. La imposibilidad de separarse del todo, mientras quede aliento, de esas almas con las que estamos irreversiblemente conectados. Para mí, la canción sería “We must never be apart”, de los Smaching Pumpkins. 

¿O acaso eres de esos espíritus ingenuos que creen que pueden decidir con quién vivir? Tu ego y tu cerebro tomará caminos, sin duda ejecutará elecciones en sentido militar, que la vida se encargará de emborronar. Leyendo Arde este libro, respiro y acepto que cada uno venimos de una historia, de una biografía, de unabios-graphía, y por mucho que nos empeñemos, ese es el manantial, la fuente de la que surgen nuestras vivencias. A esa historia pertenezco. Enfrentar la verdad es el principio del camino del perdón.

Verónica empezó a beber porque un Fernando Marías de la movida le dijo que estaría mejor, que ambos serían más felices, que su vida sería intensa y excepcional. Pero las drogas, todas, las legales y las ilegales, son el peor tumor de esta sociedad. Las legales incluso más nocivas y letales porque están en todas partes. Admiro la voluntad y la katarsis de Fernando Marías en la historia que cuenta en Arde este libro. Por cierto, el título queda justificado en la primeras línea de una fuerza sublime: “Te incineraron con una novela mía entre las manos. Por eso escribo este libro”

Si habéis nacido a finales de los 70 como yo (OMG!) reconoceréis la afirmación: “Fuego camina conmigo”. Si no, ya estaréis pidiendo ayuda a papá G. El fuego purificador hizo arder “La luz prodigiosa”, la primera novela de Fernando Marías, que fue llevada al cine en la que se narra el asesinato de Federico García Lorca, entre muchas otras cosas que no son menores, pero que pocas veces se nombran. Entre ellas, la sagrada luz, en sentido laico, que ilumina y te hace ver. No la del conocimiento ni mucho menos la de los Iluminati. Podría ser la luz de la llama, de la hoguera o incluso del hogar, donde estaba el fuego. “Hogar” es donde está mi familia, donde está mi amor, podríamos decir. “Era mentira, pero fue verdad” (p.41)



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