Seguidores

sábado, 5 de febrero de 2022

TODAS NUESTRAS MALDICIONES SE CUMPLIERON de Tamara Tenenbaum

 


Cada libro de Tamara ha salido como una especie de prolijo conjuro que da la fuerte sensación de conocerla, de que cada uno invita a sentarse a una mesa distinta con ella, pero siempre para tomar un café y hablar de las cosas cotidianas: el amor, el trabajo, la familia. Sin intensidad dramática, sin frialdad excesiva aunque se califique de “cínica”. La novela completa esa magia y va de la mano con sus cuentos, porque sigue el mismo estilo: una cierta incomodidad, cotidianidad, intimidad no exagerada, relatos que no presentan principio ni final definidos.

Bajo esas pautas, Tamara cuenta escenas de su vida entre las cuales hay una relación a veces más clara, a veces menos, a veces guiada por la comprensión de ese conjuro visto en conjunto. Sin detenerse de más pero tampoco superficialmente, la autora cuenta cómo su padre murió en el atentado a la Amia; qué hicieron con la indemnización; que su mamá era médica y una de sus hermanas, física; cómo era la relación con sus abuelos; recuerda a algunas amigas; hace algunas reflexiones como al pasar sobre la fe, la religión, la plata, Buenos Aires.

También, y de nuevo sin morbo, sus recuerdos de la comunidad judía ortodoxa y de su salida de ella al entrar a un secundario laico. Las mujeres toman protagonismo pero sin ningún tipo de feminismo posado, los hombres están pero se sabe más bien poco de ellos.

“Yo no sé nada de detalles: se nota en como escribo, las cosas chiquitas siempre se me escapan por los costados”, dice, aunque es una afirmación un poco injusta. Su relato está lleno de detalles, a veces menores y a veces más relevantes pero sobre todo sensatos de alguna forma, detalles que calibran escenas de acontecimientos grandes. Con naturalidad, con una “poesía involuntaria” que le sale un personaje y también a ella pero ni remotamente edulcorada, con reflexiones sencillas pero no obvias.

Con equilibrio, como quien puede hacer una pausa esquiva y mirar las idas y venidas de la vida, más o menos únicas pero que siguen algún patrón que nos es común a todos. Y escribirlas, de esta forma: “Creo que yo tengo con la escritura la misma relación que tienen con Dios los ateos que se están por morir y empiezan a rezar: sabemos que no sirve para nada pero lo hacemos”.




No hay comentarios:

Publicar un comentario