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viernes, 7 de febrero de 2025

IMPOSIBLE DECIR ADIOS de Han Kang

 



La autora nos va a situar rápidamente ante una protagonista que se refugia en un apartamento en las afueras de Seúl con la intención de escribir. Está aislada, sola, enferma, descuidada, se intuye la pérdida de la familia, de la juventud y un anhelo de escritura con tan pocas fuerzas que solo alcanza a redactar su despedida, una especie de últimas voluntades que ni siquiera sabe a quién va a pedir que gestione, tal es la profundidad de la ruptura con su mundo. La distancia de la vida que experimenta y que nos traslada hasta sentirla en propia piel se trocará pronto, sin embargo, en compromiso cuando una amiga le ruegue ayuda tras sufrir un accidente con la sierra eléctrica en su taller. El viaje inmediato del desapego al apego es solo el primer tramo de un trayecto que vamos a recorrer con Gyeongha, la protagonista, y que nos va a llevar lejísimos, hasta descubrir zonas ocultas de las masacres que vivió Corea del Sur tras la II Guerra Mundial.

 Con una sensibilidad apabullante que la autora sabe ramificar y extender hacia todos los recovecos de la naturaleza, el clima, el hielo, la curiosidad o el dolor, y con una meticulosidad pasmosa en los detalles, Han Kang ejecuta aquí una literatura sensorial que coloca toda forma de violencia en un nivel supremo de conciencia. Está la violencia del tratamiento al que se somete su amiga, obligada a pincharse los dedos cada tres minutos para conseguir que se reactiven los nervios y la circulación tras la reconstrucción de sus manos; está la violencia de las fosas comunes; de las aldeas quemadas, las ejecuciones, los tiroteos a bebés o las persecuciones a todos los que el régimen de posguerra considerara de izquierdas; y está la violencia de la enfermedad, de la demencia. Porque, tras los pasos en ayuda de su amiga accidentada, la protagonista se ha ido encontrando un increíble recorrido de investigación familiar en busca de un tío desaparecido en aquellas matanzas cubiertas por la nieve y el silencio.