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sábado, 23 de junio de 2018

LA HIJA DE JOYCE de Annabel Abbs


En La hija de Joyce, Annabel Abbs recrea esta voz siguiendo fielmente los episodios que marcaron la ruptura de su trayectoria, esta vez narrada en presente y en primera persona. Abbs estructura la novela alternando la narración en presente de los años felices de formación de esta bailarina y artista plástica, con la narración retrospectiva en forma de diálogo ficticio con el doctor Carl Jung.
La novela nos sitúa en el universo de las vanguardias artísticas de los años de entreguerras en París con el trasfondo de la historia de la escritura de la obra más compleja de Joyce, Finnegans Wake. Abbs destaca la relación amorosa de Lucia con Samuel Beckett e incluye a otros de sus amantes célebres, como su profesor de dibujo Alexander Calder, romances en los que ella resultó finalmente rechazada y que precipitaron su primera crisis. Zelda Fitzgerald, que aparece como compañera en el estudio de danza clásica de la estricta Madame Egorova, precedió a Lucia Joyce en su destino trágico, siendo tratada posteriormente por los mismos médicos. Loeb Shloss pone de manifiesto cómo el caso de Joyce es paradigmático de una generación de mujeres con talento alrededor de los años veinte, arrinconadas en los márgenes de la historia, diversas de ellas encerradas debido a diagnósticos psiquiátricos sospechosamente parecidos: la escultora Camille Claudel, amante de Auguste Rodin, fue la primera de ellas, pero por ahí pasaron 10 años después Zelda, esposa de Fitzgerald, o su cuñada Helen Fleishman: siete mujeres del entorno de Joyce fueron institucionalizadas entre mediados y finales de los treinta. El advenimiento de la Segunda Guerra Mundial tuvo consecuencias por lo que respecta a las libertades de la mujer, así como las circunstancias particulares, familiares y relacionadas con el género.
Estilísticamente la novela puede leerse intercambiando los nombres por otros con menos lustre sin que el resultado varíe en gran medida: el Samuel (Beckett) de la novela es un joven admirador del padre que mantiene un idilio con una Lucia (Joyce) que se expresa con los tópicos de la novela sentimental —ejercicio literario arriesgado: tres páginas se dedican a la descripción del encuentro sexual de ambos—, el padre aparece como un gran escritor del que no atisbamos las chispas del proceso de concepción de Finnegans Wake. Abbs retrata el interés del padre por su hija en calidad de musa, una relación simbiótica que pareció encadenar la vida de Lucia a la del escritor irlandés, así como la mala relación con su madre y la predilección de esta por su hermano Giorgio. Annabel Abbs reescribe la voz borrada de La hija de Joyce y resuelve de manera solvente la narración de los años críticos de su trayectoria vital, sin embargo, tal como indica el título del libro, la voz que nos habla carece de nombre propio


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