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sábado, 29 de agosto de 2020

LOS SECRETOS QUE GUARDAMOS de Lara Prescott

 

 Todo el mundo conoce al Doctor Zhivago. Poco importa si es por el libro, por la película o por su banda sonora; lo cierto es que Zhivago es un nombre que no le resulta extraño a nadie. De hecho juraría que incluso la mayor parte de la gente sabe que hay en esta gran novela una historia de amor. Lo que yo desconocía, por ejemplo, es que la CIA se había implicado para poder meter de contrabando en Rusia una novela que jamás hubiera sido publicada en ese país. Al menos en ese momento. A fin de cuentas, ¿qué puede tener un libro que se ha hecho más famoso por la historia de amor que por contener ideas revolucionarias para ser el centro de una trama de espías? Lara Prescott, que comparte nombre con la protagonista de la novela de Boris Pasternak, lo explica en su primera novela utilizando para ello hasta cinco narradores de los cuales, e incluso teniendo en cuenta el magnífico uso que hace de la primera persona, destaca la voz colmena de las mecanógrafas de la CIA.
     Hay que decir que la novela es fácil de leer y complicada de explicar, ya que ha optado por cambiar su foco de atención y establecer una suerte de paralelismo entre la historia de las mecanógrafas y la de Pasternak y su amante Olga, pero tanto en lenguaje como en formas busca lectores y curiosos que se acerquen a ella, por lo que uno no tarda en cogerle el punto y seguir leyendo tranquilamente.

 Prescott comienza la novela entre titubeos, pero poco a poco se va haciendo con esta visión totalmente feminista de un suceso desconocido para muchos lectores. Las mecanógrafas reflejarán parte de su realidad, del mundo en el que se encuentran sumergidas y también lo harán Irina y Sally descubriendo que el amor también puede ser demoledor. Nos responderá a la duda de por qué un libro puede ser tan importante, y esta es la parte que me ha resultado más interesante a mi. Frente a un régimen que lo controlaba todo para que se adecuara a sus ideas sin salirse un mm, la CIA empujaba a descubrir a través de la cultura, no solo la literatura sino también la música, por ejemplo, lo que otros gobiernos pretendían silenciar. Los libros abren mentes, dicen, y también mostrarían lo que no se permite publicar abriendo así los ojos a muchas personas.




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