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viernes, 8 de agosto de 2025

SANTA EVITA de Tomás Eloy Martínez


 

Santa Evita sugiere dos naturalezas –un poco a la manera de algunos de esos libros que se venden con dos portadas, enfatizando su ambivalencia–, la del ensayo de historia y la de la novela. Uno empieza la lectura a la búsqueda de la biografía de Eva Perón, que se supone oculta y hasta enterrada bajo los espesos muros del mito. Y con esa idea transita por las primeras páginas conducido por una prosa de buen nervio que anuncia en seguida el ritornello que lo domina todo, ese sol líquido, según locución felicísima, que es el cuerpo embalsamado de Evita.

Pero hay un capítulo temprano –luego habrá más– en el que el autor, Tomás Eloy Martínez, se confiesa como el novelista que hace una novela y nos pone de bruces sobre lo narrativo. Son las cuitas de una dura pugna, la que le supone al autor escribir su novela, hablándonos incluso de una anterior que, según afirma, le nació muerta, La novela de Perón, y que desconozco pero cuyo título invita a pensar en lo semejante de su asunto.

Entonces vuelve uno atrás y repara en que lo novelesco ya dominaba el estilo, como cuando se nos presenta a Evita, a la primera Evita, lampante y aventurera, a través de la visión de dos personas que la conocieron entonces, y una de ellas dice que susojos melancólicos miraban comodespidiéndose y la otra que la belleza le crecía por dentro sin pedir permiso; o como cuando se reproducen las palabras de don Pedro Ara, el embalsamador español –citado incluso con anotación de fuente: El caso EvaPerón. CVS Ediciones, Madrid, 1974–, que dice «Si yo la hubiera visto un poco más que el escaso segundo de aquella tarde, habría captado la densidad de flores de su aliento…».

Así pues: el cuerpo embalsamado de Evita es un sol líquido que ilumina todas y cada una de las páginas de este libro, ciertamente una novela y no porque su autor haya querido dejar fijada su naturaleza con una declaración expresa: en esta novela pobladapor personajes reales, los únicos a losque no conocí fueron Evita y el Coronel.

Queda claro pues que Santa Evita es una novela no por la consabida naturaleza versátil del género en el que todo cabe, sino porque los materiales elegidos –acaso deba decir los materiales que se le han impuesto al novelista–, la expulsarían de cualquier otra clasificación. Hay, sí, notas bibliográficas, anotaciones de documentos y de conversaciones, materiales todos propios del ensayo histórico, del libro con ínfulas científicas, pero son parte del juego literario.





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