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sábado, 30 de septiembre de 2017

EL PAIS BAJO MI PIEL de Gioconda Belli

El país bajo mi piel se divide en cuatro partes: Habitante de un pequeño país, En el exilio, El regreso a Nicaragua y Otra vida. En cada una de ellas, por medio de capítulos cuyos nombres constituyen un resumen de aquello sobre lo que se va a contar, Gioconda va narrando su vida mezclando años y personajes, pero con una progresión temática que nos permite entender el significado de esa oscilación. En el recorrido de sus páginas no solo se habla del amor a la lucha, sino también, de los amores de carne y hueso de esta mujer:  su primer marido con quien se casó a los 18 años después de un noviazgo fugaz, hombre convencional, callado, desapasionado, con quien tuvo dos hijas; su compañero de lucha Marcos, que fue su amante mientras ella todavía estaba casada; el brasilero Sergio, que supo aliviar el enlutado corazón de Gioconda después de una gran pérdida, hombre con el cual volvió a comprometerse con el casamiento y con el que tuvo a Camilo; Modesto, otro compañero de lucha, que no soportó compartirla y la obligó a tomar la decisión de elegir entre Sergio o él, hombre de ánimos cambiantes por el que Gioconda sintió un amor tormentoso; y finalmente, Carlos, su actual marido, padre de su cuarta hija, “puerto de sus tempestades”, dice ella en su dedicatoria. También se detalla la concepción de sus hijos: Miryam, Melissa, Camilo y Adriana; el nacimiento de cada uno y sus complicaciones, las fallas que reconoce de su maternidad, los planteos y las luchas para estar cerca de ellos; los padres, los hermanos, los entrañables compañeros que vio morir a causa de la revolución, los amigos. Todos ellos, van acompañando la historia de vida de Gioconda que es suya y es, a la vez, la historia de una revolución.

En el paseo por su vida, la comandante Belli, que aprendió a usar armas y fue correo clandestino del Frente Sandinista de Liberación Nacional, nos cuenta la historia de un pueblo esperanzado en formar una vida propia, fuera del sometimiento de la dictadura de la familia Somoza. Y lo hace con sus armas de hoy: las palabras.

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