El loco de Dios es Jorge Bergoglio, el
papa Francisco, y el fin del mundo, Mongolia, un país emparedado entre Rusia y China,
cuya comunidad católica no pasa de las 1.500 personas, adonde viajó a finales
de agosto de 2023. Aquella primavera, el responsable de la editorial del
Vaticano, Lorenzo Fazzini, había invitado a Cercas a escribir un libro sobre ese viaje y el escritor
ateo y anticlerical —como advierte en la nota inicial— vio la ocasión de
brindarle a su madre la certeza, avalada por el mismo Papa, de que tras la
muerte se reencontraría con su marido. La posibilidad del Cercas hijo de
preguntar acerca de la vida eterna (y la resurrección de la carne) al Papa
ponía en bandeja al Cercas escritor la aventura de zambullirse en otro de sus libros fuera de
norma. Uno “tan extravagante como fuera posible, una mezcla de crónica y
ensayo y biografía y autobiografía”, un “batiburrillo de géneros” —y
propósitos, yo diría— que resulta apasionante por unas cuantas razones.
De este modo, mientras vemos a Cercas acudir a un
encuentro de intelectuales en la Capilla Sixtina o volar hacia el corazón de
Asia (durante el vuelo tiene lugar la conversación clave con Francisco que
permanece protegida por una elipsis hasta el final), vamos descubriendo la
personalidad ambigua del Pontífice, la reputación de hombre autoritario y
arrogante como provincial de los jesuitas en Argentina, su brillantez oratoria,
su gusto por romper fecundamente la expectativa, sus ocasionales
impertinencias, su asumida condición de pecador, su apuesta por volver a un evangelismo puro, exento de
presunciones clericales o de maquinaciones por el poder. En el curso de sus
averiguaciones, el narrador se entrevista con cuantos eclesiásticos e
informadores le van saliendo al paso, hombres y mujeres —estas en clara minoría
en el organigrama de cargos de la Santa Sede—, con la pertinacia del periodista
que no es y con la astucia del novelista que sí es, y también con la
perplejidad y hasta el aburrimiento del ateo.